Hijo

Son esas cosas que tiene el escenario, el rock?n?roll y la vida itinerante del músico popular. Harto de tener que responder honestamente «no lo sé» cuando me preguntaban si tenía hijos, decidí, llegado el momento, convertirme en padre (padre a propósito, se entiende). Han pasado de eso siete años y durante ese tiempo he estado, como se pueden imaginar, muy ocupado.


Ahora veo a mi hijo acompañarme y observo el momento en que pasa de diminuto muñeco a lobezno, con sus pequeñas descargas hormonales incluidas. Es un tipo tranquilo. Tiene las fantasías justas (es un niño); pero, además, sabe ya qué son fantasías, lo cual no es nada habitual en esos seres. No lo era por lo menos en mi generación. Ve la vida como es, con su vida y con su muerte, con su dolor y su alegría. Desconfía ya, por instinto, de todo lo que sale por la tele, puesto que ha comprobado que los juguetes siempre se ven más grandes en el anuncio que en la juguetería. Es muy vital: si en el siglo veintiuno se descubre que en el cielo no habita ningún abuelito omnipotente con barba y zapatillas, no parece que por ello vaya a pensar que el mundo o la vida no tienen esperanza. Estudia ya francés, música y defensa personal: una mezcla extraña, pero comprensible si se entiende que su padre es de barrio. El mes que viene iremos a comprar una bicicleta nueva porque la anterior se le ha quedado pequeña.

Paseando de su mano mientras, un año más, avanzan los ocres de octubre, descubro que me ha contagiado su tranquilidad, su despreocupación.
Esta temporada parece que no sufriré la habitual y humana melancolía otoñal: estaré de nuevo muy ocupado. He entendido de golpe por qué los novelistas inventan nuevas historias, los falsificadores reproducen billetes y los músicos repiten una y otra vez sus melodías. Sencillamente para multiplicar la hermosa vida.

La razón 26 de Octubre 2008
(Escrito por: Sabino Mendez)

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