Fiestas

Ha llegado el momento de que empiecen en verdad las fiestas navideñas. Muchos españoles cerraremos nuestros domicilios durante unos días para acercarnos a nuestras familias con viajes en los que nos cruzaremos unos con otros (en el mejor sentido de la expresión) a lo largo de toda la geografía patria. Es obvio que será matemáticamente preciso que cierta proporción de familiares de todo el país, en lugar de abandonar sus domicilios, permanezca justo en ellos y nos abran sus puertas a los demás para poder reunirnos allí dentro. Creo que, aritméticamente, la cosa no admite ninguna duda. Si estamos más españoles apretujados para cantar villancicos dentro de menos edificios, muchos hogares se quedarán vacíos durante unos días, ofreciendo en general una sana variación de la monótona rutina y un aumento de oportunidades de trabajo al sector delictivo.

Para mí, ese alegre trastorno del curso de las cosas supone que, por algunos días, voy a poder olvidarme de los clics, clacs, ronquidos y suspiros de mi nevera del siglo diecisiete. Ya sólo ese alejamiento electrodoméstico noto que me vivifica de una manera completa. Definitivamente, la monotonía es lo que verdaderamente mata al ser humano. Eso podría explicar el insensato amor por la novedad que sentimos los humanos como género. En nuestra sociedad moderna, es tal el miedo al tedio repetitivo que preferimos que nos engañen, nos insulten y nos escandalicen a que nos aburran. Basta ver la televisión para comprobarlo. En ese panorama, las pequeñas verdades eternas e inmutables tienen, lógicamente, un serio problema de marketing. No pensemos en ello y aprovechemos estos días. Disfrutemos de esos Santa Claus, colgados de los balcones en inverosímiles posiciones de atleta sexual, cerremos nuestro hogar a la cobarde cotidianidad y salgamos ahí fuera. A empaparnos de la vida salvaje.

"FELICES FIESTAS"

Sabino Méndez

Pulsar para silenciar