Orwell

Como quizá recordaran, sigo en mi comarca del Penedés pasando una breve temporada por asuntos profesionales.
A pesar del trabajo, puedo cumplir con estas y otras obligaciones literarias gracias a internet. La técnica, desde luego, ha cambiado notablemente nuestras vidas.
Una de las novedades de esa técnica es la que me ha sorprendido al aterrizar una vez mas por estas tierras. Resulta que las urbanizaciones de la zona han sido autorizadas para instalar cámaras de vigilancia en sus calles.
La noticia ha provocado algunos aspavientos e incluso los telediarios se han sentido obligados a inmortalizar el acontecimiento.En seguida, como siempre, ha aparecido algún amigo libertario con una crisis de histeria recordándonos la obra “1984” de George Orwell.


En ella -seguro que se acuerdan- un nefasto gobierno controlaba a sus ciudadanos de una manera innoble por medio de cámaras y pantallas.
Pero, seamos serios, las cámaras no tienen la culpa de nada y Orwell tampoco escribió únicamente esa bonita fantasía de ciencia-ficción sino muchísimas mas cosas, algunas muy inteligentes, que hay que leer. Cualquier opresión no depende tan solo de unas cámaras sino del uso que de ellas haga el poder que las instala. Sobre él ha de recaer nuestro control y nuestras reclamaciones.
Si el bueno de Orwell (que en su época dio innumerables palos dialécticos tanto a fascistas como a comunistas) levantara hoy su bien amueblada cabeza, no dudaría en reconocer un aspecto de la cuestión que en su obra se le había escapado: que las cámaras, como cachivache neutral que son, pueden servir mas para denunciar los abusos del poder que para perpetrarlos. Depende de nosotros. Ahí tenemos el reciente juicio del caso de Roquetas en Almería para corroborarlo.
Seamos, pues, buenos pero también fotogénicos. No cuesta nada salir de casa un poco arreglado. Es la mínima cortesía visual para con nuestros semejantes.

La Razón 8.4.07