Han pasado ya las elecciones y, como siempre, según los gabinetes de prensa de los partidos políticos, todos han tenido unos resultados esperanzadores y aquí nadie ha perdido. Uno se felicita de vivir en un país tan optimista y competitivo donde nunca se acepta perder.
En los tiempos modernos, se ha conseguido incluso reciclar la bilis
de la derrota en formas de cortesía mas refinadas que los tradicionales pelotones de fusilamiento y los asesinatos por la espalda.
Una de esas formas de cortesía es el relato ideológico que, hoy en día, usan prácticamente casi todos los partidos. Por hacer una breve sinopsis de esos relatos, todos ellos coinciden en estar protagonizados por una tierna criatura llamada pueblo a los que unos malvados, de diferentes pelajes, someten a un sin fin de vejaciones, obstáculos y latrocinios para evitar que crezca en libertad de una manera sana y robusta.
Llega entonces el héroe de armadura blanca -que es el partido político que corresponda- y le promete al tierno protagonista liberarlo de sus cadenas si cree en él y acepta seguir sus métodos. Por tanto, es básico comprender que, en estos relatos, el héroe (partido político que corresponda) ama mucho al pueblo, cosa que siempre ha de quedar fuera de discusión. Lo que pasa es que el pueblo es muy bruto y muchas veces no vota a los partidos. Y eso es una dura prueba para el amor de cualquiera: amar mucho a alguien tan zote que va y no te quiere. El siguiente paso lógico seria reconocer que amas a un imbecil y eso siempre es complicado. Por supuesto, esto es un relato y, como ya sabemos, las novelas y la realidad nunca coinciden en sus conclusiones. ¿Qué pasaría si resultara que el tierno protagonista llamado pueblo en realidad jamás ha existido y tuviéramos que habérnoslas, en cambio,con individuos concretos, específicos, con sus derechos, dignidad y manías?
Seria una lata. El trabajo que da la dura realidad.
La razón 3 de junio 2007
Pulsar para silenciar
1 OPINIONES:
buen texto, si señor.
un saludo sabino.
Publicar un comentario