No está mal. Pisar el mismo escenario que los Rolling Stones. Para algunos, la banda de rock más grande del planeta. Para otros, el grupo en activo más trascendental de la historia de esa música. ¿Los Beatles? Demasiado pop, según unos ¿Bob Dylan? Demasiado folk, demasiado predicador, según otros. Sólo los Stones pueden enarbolar con legitimidad la leyenda de Elvis, Chuck Berry y Muddy Waters y decir de una manera incontestable que es sólo «rock’n’roll», pero nos gusta. Así que, desde mi punto de vista, los Rolling Stones son imposibles como Satánicas Majestades. El infierno, para ser un verdadero castigo, tendría que ser aburrido y monótono. Y con los Stones dentro sería inevitablemente divertido: habría baile y los sobresaltos estarían asegurados.
Lo que nadie ve;
En el Estadio Olímpico de Barcelona mi vista está aguda, mi oído fino.
Fisher que representa dos inmensos edificios-torres se ocultan tres plataformas conectadas por rampas a distintos niveles. El primer piso está reservado únicamente a circulación de equipos, artistas y personal técnico. En el segundo piso empieza para los músicos lo bueno: ahí están, en sus armarios de aluminio especiales para vuelos, perfectamente alineadas, las guitarras que usan Richards y Wood. Hay diversidad de modelos y marcas. A ojo de buen cubero, cuento una veintena de ejemplares. De ahí, una segunda rampa nos lleva al tercer piso dónde se encuentran los controles del sonido interior y, desde ese lugar, paso franco ya al escenario. Al pie de todo eso, en la parte trasera del mismo y bajo los soportales del estadio se ha colocado el monumental comedor de «catering» para alimentar a todo el mundo. El toque pintoresco es que unos perfectos guiris te cocinan una paella bastante decente mientras que la repostería viene de El Corte Inglés. El mundo al revés, bienvenidos a la mundialización. Conseguimos que el público de los Stones cante uno de nuestros clásicos y no es moco de pavo. Los tiempos están medidísimos en este tipo de montajes y los respetamos al minuto. A cambio, tenemos una agradable sorpresa poco habitual: una mano cordial conecta las pantallas de vídeo laterales y se puede ver en todo el estadio a Loquillo en tamaño gigante por el equipo de los Stones. Abandonamos finalmente el escenario y pasamos a un lateral para cenar algo y poder ver a las estrellas desde una posición de privilegio.Arrancan con «Start me up» y en el minuto treinta del concierto sorprenden con una versión arrastradísima de «Midnight rambler», tan alargada y pausada como no la escuchaba desde los setenta. Vaya, vuelven al blues, pensé. Pero no era sólo eso: a lo que volvían es al riesgo. A partir de la segunda estrofa, Charlie Watts tiene permiso para acelerar el tempo y los demás están autorizados a seguirle. En la tercera estrofa repiten la jugada y la canción se desboca ya como un tren galopando a toda velocidad hasta su estremecedor final. Durante todo eso, Richards y Wood intentan, a su aire, pequeños solos y algunas rítmicas imposibles. A veces lo consiguen y a veces fallan, pero les da igual: están arriesgando, están experimentando. A partir de ahí, la noche sube de temperatura sin freno hasta el apoteosis final de sus temas clásicos. Pero todo estaba en la nuez de ese «Midnight rambler».
Si alguien duda todavía de que el gran fallo de nuestro país en los últimos años ha sido no ser capaces de crear una prensa que no fuera tibia, acrítica y eufemística, las reseñas de ese concierto de los Stones deberían despejar sus tinieblas. Wood y Richards habían fallado en sus solos varias veces. No veo la razón para tantos melindres y menos cuando ni «Le Monde», ni «The Guardian», ni «The Frankfurter Allgemeine» habían sido tan piadosos (o miedosos) con ellos. Probablemente, nadie se atrevió a decirlo porque no entendieron que ni Richards ni Wood iban a ofenderse en absoluto.El riesgo del directo;Sabían lo que estaban haciendo: se arriesgaban a fallos. Querían probar. Sí, Richards tocó a veces mal, pero fue estupendo, increíble. Esa es una de las gloriosas paradojas que ha hecho evidente esta música.
La razón 26 de junio 2007
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4 OPINIONES:
un sueño que cumples sabino.
felicidades.
antonio.
Es una verdadera maravilla encontrar lugares donde nuestras mentes puedan volar. Enhorabuena por este blog.
prueba en comentarios
Desde el verano hasta aquí ha pasado ya una vida entera. Hoy por fin he entrado a este lugar por primera vez y he encontrado este texto de Sabino a propósito de los conciertos de los Stones en España.
Cuando lo leí recién publicado no me produjo tanta sensación como ahora, igual es que estaba todo demasiado reciente. Ahora es distinto, puedo recordar cada momento de los conciertos en los que estuve y es como volver allí y escuchar de nuevo el Midnight Rambler en El Ejido, o sonreir con la complicidad de mi chico cuando descubrimos en Barcelona que hasta los grandes pueden tener una mala noche.
Loquillo y los todavía por entonces Trogloditas disfrutaban como niños de los acontecimientos, haciendo lo que saben hacer con muchas ganas en aquel escenario espectacular.
Cumplieron uno de sus sueños, fui testigo cercano, y debo confesar que aquel escenario y su público les quedaban a estos chicos como si se los hubieran hecho a medida.
Un beso.
M.
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