Jordi

Jordi es el nombre mas castizo en mi tierra: lo llevan desde el ex presidente Pujol al santo patrón de la región, pasando por el hijo de Cruyff. En Cataluña el nombre funciona casi como un affidávit de catalanismo.
Yo, como bien podía pasa, tengo un amigo que se llama Jordi.



Se apellida Bernal y es el resultado de una abuela de Olot y un murciano que llegó a Cataluña. Nos conocimos sobre las viejas piedras de la Universidad Central de Barcelona. A los dos nos interesaba la escritura universal y, en cambio, los nacionalismos nos parecían una tosquedad mental.
Los dos éramos de ideas progresistas pero desconfiábamos del mal gusto en el vestir que tenían nuestros amigos progres. No aceptábamos ni el bigotito fino de señorito, ni la barba de efluvios olorosos que alejan a las señoras. Escogimos la mandíbula afeitada para que ellas nos tomaran en serio y el sentido de la libertad, de la civilización, de intelecto y la duda crítica. Descubrimos casi a la vez las algaradas intelectuales de Arcadi Espada y nos gustaba ir a sus clases por separado, Nos reportábamos de sus estratagemas para ponerlo en apuros cuando las intentara en la clase del otro.El maestro siempre fue capaz de responder con maniobras brillantes. Por ese camino disfruté con Jordi de algunos de los pocos momentos casi oxonienses que he vivido en este país. No es extraño que así termináramos involucrándonos en la fundación de un partido como Ciutadans.


Si algún día alguien quisiera trazar un mapa de esa generación disidente, rockera, cosmopolita, individualista y de mandíbula fina que irritó como un forúnculo provocativo al catalanismo, no haríamos mal papel como siluetas. Así vivimos y no estuvo mal.
Fue enervante y duro pero nos reímos mucho a costa de los fanáticos.
La noticia de hoy es que Jordi ha publicado por fín. El libro se titula “Viajando con Ciutadans”. Está en Tentadero ediciones. Hay que leerlo.

La razón 14 de Octubre 2007