A los catalanes como yo, que hemos sido atrapados en Madrid para nuestro deleite,
el momento que se nos hace mas cuesta arriba es cuando llega el otoño y comprobamos que hemos perdido el mar.
Para alejar esa desazón momentánea, tengo observado que lo mejor es perderse brevemente hacia el campo del norte (dirección Valladolid y Palencia) y navegar en su océano de viejas iglesias. El país tiene unos templos arquitectónicamente muy interesantes, absolutamente deshabitados. Oscuros, poco oxigenados pero muy sugestivos.
A pesar de los esfuerzos de la población local, la verdad es que lucen un poco descuidados. Uno se pregunta si estaría mal visto, en estos tiempos de alianzas de civilizaciones, pedir un pellizco del erario publico para mejorarlos. Lo cierto es que fueron concebidos para comunidades de otras épocas y , en muchos casos, excede n las posibilidades de las parroquias que soportan. Parece como si , en los últimos tiempos, su única función fuera la de asilo para insectos agrícolas y depredadores volátiles nocturnos. Comprendo entonces por que, cundo era pequeño y se me intentaba inculcar la religión católica con un éxito mas que discutible, se nos decía a los niños que no hiciéramos ruido en la iglesia.
Era para no interrumpir a esa fauna de depredadores noctámbulos en sus legítimas ocupaciones de procrear y colgar del techo suspendidos boca abajo. Constato de paso que ese silencio permite captar con más claridad el cómico sonido de contrariedad de los miembros de la congregación cuando al sentarse, descubren las cacas de algunos de esos bichos en su banco. Son las ventajas, cara al humor, del silencio y la vida sosegada de la naturaleza diversa.Mejorado por esa terapia, uno vuelve a la capital pensando que habría que rendir homenaje a ciertos católicos que al fin y al cabo no lo hicieron tan mal conservando el saber de Occidente en tiempos oscuros.
La razón 28 de Octubre 2007
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1 OPINIONES:
Pienso que la Iglesia debería hacer un esfuercillo para que se rasque el bolsillo un porcentaje mayor de los que se declaran católicos (el ochenta por ciento de la población). Bastaría con un esfuerzo equivalente a la décima parte del que dedican a denunciar ataques imaginarios a la familia o a la religión.
¿Cuántos españoles marcan en su declaración de la renta la casilla de la Iglesia Católica?
Sólo el 32% de los contribuyentes señalan en su declaración de la renta como beneficiaria de ese 0,5% a la Iglesia Católica. El resto suelen señalar a las organizaciones sociales, ONGs o al propio Estado.
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