Aquí, en el mundo moderadamente libre desde donde escribo, no concitan muchas simpatías la ablación, ni el velo para las mujeres, ni lo que llamamos hara-kiri, ni alcanzar el paraíso muriendo y matando por cualquier creencia indemostrable.
Por ahí, en el mundo principalmente oprimido, veo muy dificil que se puedan desarrollar figuras como Elvis Presley, Serge Gainsbourg, los Maseratti, el bikini, las Harley-davison, los Rolling Stones, el manga o Ursula Andress (de joven): todas esas cosas y siluetas que hacen que la vida valga la pena de ser vivida y contemplada.
De un poco de cada se ha formado el que deseo habitar. Descreo del multiculturalismo como doctrina porque vengo de Cataluña y he comprobado cómo la reivindicación de las raíces lleva a la creación de guetos cerrados, aislados de la comunidad universal. Estoy en contra de inventar, reinventar y reforzar identidades que producen fenómenos de marginación y que desprecian el verdadero multiculturalismo, cuando se da “de facto”, si no coincide con su doctrina. Todo eso no es ninguna medicina, sino precisamente la enfermedad. Prefiero buscar personas que intenten la redistribución de la riqueza, interesadas en la belleza, validadas por la ciencia, y que deseen el amor y la libertad conscientes de lo que supuso la religión para los para los padres. ¿Que tal llamarles occidentales?
La razón 1 de Noviembre 2007
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