Estas fiestas en Cataluña he tenido una inesperada y chocante reminiscencia: los tirantes de Fraga Iribarne.
Surgió visitando los disparatadamente bellos mercados barceloneses. Estéticamente, son un espectáculo que convierte al barroco: pirámides de legumbres color siena, hortalizas fucsia, frutas fosforescentes y qué decir del reino animal en estado forense.
La nota discordante que encontré en ese panorama de matices coloristas fue el empleo reiterativo de los colores primarios de la bandera catalana en el etiquetado de muchos productos.
Para mí, encontrarlos sólo en algunas tiendas minoritarias del barrio ha supuesto hasta una reminiscencia enternecedora, precisamente porque no los veo, obsesivamente, en las estanterías del súper en el lugar que habito. En lo que mercantilismo se refiere, me conformo con que me garanticen que los productos no han sido fabricados con mano de obra infantil. Que el destino final de una bandera sea aguantarnos las partes o intentar hacernos creer que una mermelada puede ser patriota, con franqueza, me parece accesorio. Ah, la bandera catalana es también rojigualda.
Ya saben.
La razón 6 de Enero 2008
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3 OPINIONES:
A mi si la mermelada tiene un buen precio...que quieres que te diga...¡me importa un huevo el color de la banderita! ja,ja.
Un trasgu de paseo, lol!
¡y lo lindas y abiertas que son las matizaciones de la vida, independientemente de los colores cerrados de una bandera! Y voy sin tirantes...
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