U.S.A

Prometí la semana pasada demostrar que Estados Unidos era un país básicamente marxista y ahí va la demostración:
Es en U.S.A. precisamente donde se ha llevado hasta el final el proyecto europeo de la Ilustración. Esa utopía mejoró el mundo tal como se calculó, pero lo que no estaba previsto es que lo haría más vulgar (inesperado efecto secundario).
Mientras aquí en Europa lanzábamos ideas y, sentados, nos poníamos a teorizar sobre el proletariado, ellos se ponían manos a la obra y en sus declaraciones llamaban a «los pobres, los hambrientos, las masas deseosas de respirar en libertad» les acogían, les daban trabajo, votos, ambiciones y la responsabilidad de elegir. Y eligieron. Eligieron matar indios, inventar la CIA e invadir Irak.

Como soy de barrio, no me extraña, porque conozco al proletariado y sé bien que es aguerrido. Cuando los «proletas» nos lanzamos, es que no nos para nadie. Si algo nos define como clase es que queremos dejar de ser proletariado lo antes posible para comer y beber sobradamente mientras nos entregamos al placer.
Por eso, no encuentro en los U.S.A. nada esencialmente incompatible con Marx. Hay un estado con una burocracia eficiente (una «nomenklatura») que controla a un proletariado dedicado a trabajar. Lo único que han demostrado es que la propiedad no tiene por qué ser monopolio del Estado para que las cosas funcionen. Por eso, la U.R.S.S. fracasó y U.S.A. no.

A Norteamérica lo que no le perdonamos es que nos haya puesto frente a las miserias de nuestros sueños de bondad y además mejorando nuestras vidas. No le perdonamos ser la prueba viviente de que lo que quisimos convertir en virtudes eran defectos de la naturaleza humana. De que los ideales de igualdad y libertad que tanto santificamos crean lo mismo sueños de bienestar que, a la vez, pesadillas de mal gusto. Norteamérica lo único que ha hecho ha sido darle el poder al hombre. Y éste lo usa.

Escrito por: Sabino Méndez
(La Razón 20 de Abril 2008)

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