independencia y singularidad

Como compañero de generación sé que, inevitablemente, una de las interrogaciones estos días a raíz de la muerte de Antonio Vega será sobre la llamativa lista de caídos prematuros de los 80. Pero yo, aún entendiendo la curiosidad, como admirador y cómplice intento siempre responder con otros matices. Ya muy joven, coincidí con Nacha Pop tocando en la Manga del Mar Menor. Allí hablamos de una pasión común. Tanto Antonio, como yo, como su primo Nacho, admirábamos hasta el delirio a un músico inglés llamado Graham Parker y su grupo de ensueño: The Rumour. El guitarrista de ese grupo, Brinsley Schwartz, era un ejemplo de todo lo que queríamos ser, mucho más versátil, dotado, imaginativo, detallista y artesano que Knopfler o The Edge. Antonio se reveló con los años como ese tipo de guitarrista preciso, emotivo, que compone con detalle sus canciones y las interpreta con sensibilidad.


Trabajaba sus temas como dicen que Jane Austen construía sus libros: puliendo y retocando a la manera de los artesanos que fabrican las perlas. Muchos años después, Miquel Erentxun y Diego Vasallo de Duncan Dhu (otros dos compañeros de generación, admiradores también de Brinsley Schwartz) grabaron en Londres con su colaboración. Su sorpresa fue mayúscula cuando descubrieron que Schwartz, lejos de los focos y la fama completaba su sueldo reparando y poniendo a punto guitarras en el taller de una de las principales tiendas de guitarras de la capital inglesa. Lo hacía para poder tocar en sus ratos libres tan sólo la música que quería.Ésas, y no otras, fueron las actitudes que nos motivaron y nos sirvieron de estímulo; luego, cada uno resolvió su vida civil como pudo. Pero no debemos olvidar que esa línea de rabiosa independencia, de singularidad individual, seguirá por siempre, generación tras generación de artistas por más años que pasen.

ABC 13 de Mayo de 2009

Escrito por: Sabino Méndez

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